En el plano de lo cotidiano, el cultivo de trigo hace parte  de la llamada “traída” de la dieta mediterránea junto al aceite de oliva y el vino, los cuales acompañaron desde la antigüedad la cocina de diferentes pueblos de las costas del Mediterráneo. La cosecha del trigo implicó durante cientos de años para muchas culturas mediterráneas la posibilidad de la alimentación tras su transformación en pan.

 

En el plano alegórico, el grano de trigo representa desde la antigüedad grecorromana la fertilidad y la abundancia, encarnada en la figura de la mujer como la diosa Ceres o Demeter. En la Edad Media la mujer sigue asociada a la figura del trigo, pero esta vez en la forma de labradora. En el cristianismo éste pasa a ser una figura central, desde la resurrección de Cristo: el grano de trigo al ser cultivado, da origen a una nueva vida; hasta representar la laboriosidad y el cuidado del cultivo de trigo de la presencia de la cizaña en el que se ve la dicotomía del bien y el mal.