La necesidad de expandirse tanto por los edificios de vivienda como por los edificios que albergarían las instituciones provoco que en el siglo XIV la piedra fuera reemplazada por el ladrillo como material de construcción.

Estos ladrillos se fijaban con una mezcla de cal, arena y agua llamada argamasa que era aplicaba con una paleta similar a las que se usan hoy en día.

Debido a la gran altura de las edificaciones era necesario el uso de poleas y andamios, estos últimos resultaban poco seguros y en muchas ocasiones albañiles murieron al caer desde los niveles altos de las construcciones, por lo que quienes trabajaban en la parte alta solían tener un mejor pago en retribución al gran riesgo que corrían.

El gran tamaño de las construcciones y las diversas técnicas aplicadas hacían necesario un gran número de trabajadores. En ese sentido, estos proyectos absorbían buena parte de la mano de obra local no especializada para trabajos sencillos.